14 de septiembre de 2025

Maquinaria insólita

Un día como hoy hace doce años partí. Tenía un poco más de treinta años. Mi llamado era la literatura. Estaba atrapada en una maquinaria insólita. Ahora sé que está en todos lados. La diferencia es que ahora me siento más libre. Creo que todo ha sido exactamente igual a la película Queer de Luca Guadagnino, basada en el libro de William S. Burroughs. Una peregrinación a la selva tupida en busca de algo que no se sabe bien qué es ni qué efectos tendrá. Un recorrido donde te faltan cosas y las consecuencias no se dejan esperar. Aquí no es síndrome de privación porque te falta la heroína sino otras cosas. Aspectos que hay que estar gestionando cuando se es inmigrante. Aquí tampoco estaba en busca de yagé para alcanzar la telepatía, sino de entender de qué se trataba ser una escritora. Todo el resto, igual. Anhelar cosas, seducir por terquedad al que huye, escribir, tomar café o cerveza en bares perdidos, ir por lugares donde no has estado nunca, aprender otra lengua, pertenecer a categorías marginalizadas, llegar a una jungla compacta y apelmazada, intentar llegar al sitio donde se supone que hay secretos que imaginas basándote en libros que encontraste por casualidad, conocer personas de la más diversa índole y sorprenderte sin cesar, y hacer un viaje del que crees que en cada ocasión no podrás volver, sin entender nada a continuación, pero con grandes esperanzas de ir encontrándote una y otra vez con lo que ha valido a la pena, como el amor, la amistad. Yo antes le decía a todo el mundo, tienes que partir, es fantástico, ya no, ahora pienso que lo correcto es decir, tienes que partir es fantástico, si tienes espíritu aventurero. Bueno, a veces no queda otra. Si tienes espíritu aventurero, o no te queda otra. Ser inmigrante es esto: estar obligado a tener una proactividad ilimitada. Así no más me quedo tranquila en la casa: nada. Así no más voy a buscar cosas sola: nada. Ni comida, ni trabajo, ni casa, ni documentos, ni amigos, ni personas, ni pareja, ni vida. Ser inmigrante es la experiencia de la interdependencia total. Cuando uno viene de un país neoliberal es una linda experiencia. Paradojalmente tal vez lo que más he disfrutado es ser nadie. Tal vez lo que más he disfrutado es el arte. Ser nadie y sumergirme en el arte. El yagé lo encontré, hundida en la selva espesa. El síndrome de privación lo superé, aclimatándome cada vez a lo que se me venía encima. Al inicio escribí la siguiente biografía: “Nací en 1980 en Santiago de Chile. Así: Andrea Francisca Balart Armendariz. Todavía estaba el bárbaro al mando, asolando medio país. Cuando pude partí. Barcelona, Lyon. Andréa Balart-Perrier: sólo quiero escribir (y leer).” Creo que ahora sería así: “sólo quiero escribir (y leer).” Aquí estoy, el yagé lo llevo conmigo, la mitología y el arte. Literatura o nada. El nobel o nada. Lo importante es hacerlo. 

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