17 de septiembre de 2025

Maquinaria insólita V

La literatura me ha perjudicado en algo: me meto en cada problema, todo sea por explorar personajes e historias. Es como que fuera armando sola castillos de Kafka. Mientras más intrincado se ve el personaje y la historia: mucho mejor. Debe ser una enfermedad la literatura: buscar el castillo. Cuando el mar se anuncia apacible: por supuesto ahí no. Definitivamente es una enfermedad. Yo no sé cómo no me di cuenta antes. De repente me dije, le voy a escribir a Joseph el alpinista, lo que finalmente no hice, ahí fue cuando caí en cuenta de que es muy grave esta condición literaria. De dónde nacen esas iniciativas. Lisa, por dios, lee Kafka, Barthes, Han, Illouz, Lessing, quédate tranquila y redacta las líneas, pero eso no, no de nuevo, me dije. Todo se reveló en su amplitud. Lo peligroso de la enfermedad literaria. Lisa, son personas, no personajes, tienes que darte cuenta, me dije. Pero la maquinaria insólita se pone en movimiento, y es muy difícil detenerla. Es muy difícil. Retomamos el intercambio con Ariel el dibujante hace unas semanas, y por supuesto inmediatamente un conflicto, son muchos años, y él debe tener una enfermedad parecida, pero por motivaciones disímiles en este caso, no sé cuáles serán las suyas. ¿La planicie lo alarma? Tal vez nos entendemos en eso. Pero si Joseph es planicie, por qué escribirle. Ahí está el nudo ciego, el castillo firme. Kafka lo entendió todo, y yo, al parecer, nada. Partir de cero una y otra vez. Libérame, enfermedad literaria, si se van los demonios, ¿quedan los ángeles?, como temía Rilke. Libérame, enfermedad literaria. El problema es creerse invencible, la maquinaria insólita te salta encima inmediatamente. Libérame, enfermedad literaria. Repetirlo como un mantra. Tal vez deba hacer un ritual de caminar por las calles y sacarme de encima los demonios del otoño. Existir es un eterno retorno diabólico. Escribir es una maldición inenarrable. 

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