Dejé la ciudad, tenía que volver a la mía propia. Me dolió. Pero el viaje es lo mío, debo estar acostumbrada. Vuelvo con preguntas, como siempre, con historias y viajes en barco. En veleros blancos como la claridad del paraíso. Siempre las interrogantes y el agradecimiento de la amistad verdadera. Vuelvo con muchos libros y relatos a cuestas. Sabía que quería a ese lugar, pero no recordaba que fuera tanto. Debe sin ninguna duda formar parte de mi grandiosa mitología. La que invento para que todo tenga sentido. No es una tarea fácil. Pero voy despejando el trigo de la paja y ya se va viendo el núcleo. Toda experiencia tiene un núcleo. Un punto donde hay sugerencias reales. Un vórtice para salir disparado hacia la vida. Dejar atrás las tormentas. Me bañé en el mar y había algo especial. La noción de que el sentimiento del agua en la piel es enfrentar la experiencia queriendo que nos modifique. Existir así no más está desprovisto de interés. Yo busco vínculos que me transformen. Es lo que voy encontrando. Personas en quienes pueda entender el amor genuino y la generosidad. Personas a quienes admiro y sigo como a la música. Afuera de nosotros mismos está la vida. En el encuentro con quienes no tienen miedo a vivir. Yo sigo a personas que son transparentes como el viento y firmes como la roca. En ellxs encuentro refugio y poesía. Encuentro toda la música del mundo. Todo el arte que está a disposición de quienes confían en lo que puede manifestarse. Pequeñas señales que luego son grandes como el entusiasmo de esa ciudad viva. Esa ciudad que perteneció a Montserrat y ahora a nosotrxs, que la vamos recordando y disfrutando en su nombre. Esa ciudad que perteneció a Agustina, y ahora a nosotrxs, que la vamos amando como ella amaba lo que está disponible en la existencia para la alegría. Yo tengo una familia catalana que está formada de hermanxs y amigxs. Primos que son como hermanos y amigos que son compañeros de ruta como un gran círculo de magia. Exorcizamos lo que llegue porque comprendemos la importancia de los lazos y del humor necesario para el camino. Cada día fue la magia. Cada día lo infinito. Partí de vacaciones y la huella en mi alma indeleble. Que dure para todo lo que llegue, lo que tenga que llegar. Que ilumine todos los libros que se guardan en mi cerebro para seguir agradeciendo la oportunidad de habitar este planeta hermoso, casi todas las veces, aunque no todas. Pero la amistad en el corazón va derribando las fronteras. Esa tierra, la de mis antepasados, la llevo dentro, y nunca deja de sorprenderme. Siempre hay un inicio para la vida.
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