17 de septiembre de 2025

Maquinaria insólita VI

Tal vez el problema es confundir la enfermedad literaria con amor o arte. Hay que separar las cosas. O quizá es todo lo contrario, son lo mismo y se quiere separarlas. Desde dónde nace la creatividad. No se puede separar la creatividad de la inspiración, así como no se puede separar al ser humano del artista. Una amiga me envía una foto de un lugar al que las dos íbamos a bailar en la adolescencia, en un pueblo junto al mar. No nos conocíamos en esa época, caímos en cuenta hace poco que veraneábamos en el mismo poblado. Era un recinto que se llamaba César, en una ciudad que queda en la región de Valparaíso, en Chile, su nombre es Concón. Me quedo observando la foto, es muy buena, se ve la gran circunferencia de cemento junto a las olas, lo que era el techo del sitio, que ahora está abandonado. ¿Lo reconoces?, me dice. Me tomó un momento. Pero habíamos comentado de eso hace poco, así es que me dije, debe ser eso. Así es, me dijo. Me quedé pensando en ese local, en tantas vacaciones en esa playa. De pronto recordé que fue en ese establecimiento que besé a alguien por primera vez, creo que tenía catorce años. Bueno, Virgile el naturalista dice que fue con él a los once años, pero de ese beso no me acuerdo, pero sí que fuimos novios y que nos dábamos la mano. Tengo guardada una pequeña carta en que me pregunta si quiero ser su novia. Yo le respondí de vuelta con una pequeña misiva en que indicaba que sí, pero que me iba de vuelta a mi casa a la gran ciudad, porque se habían acabado las vacaciones, pero que sería para la próxima. Todo fue en persona, nos entregamos cartas. Ahora que lo pienso es una historia fantástica. Las cartas para que todo quedara secreto entre nosotros, para que hubiese misterio y expectación. Las historias buenas son así. Pero volvamos al César a los catorce años. Es importante el primer beso. Tal vez debería acordarme si fue con Virgile o no. Pero centrémonos en esta historia. Recuerdo que bailé, era alguien unos años mayor que yo, y que luego me dijo que nos sentáramos a conversar en unos sillones que había en esa especie de bar discothèque con grandes ventanales que daban al océano donde se podía ver la luna brillando en la inmensidad. Lo único que recuerdo de la música es Soda Stereo, de esa vez. Suena romántico todo, pero el sitio era más cercano a un bar de mala muerte que al espacio de tus sueños. Pero eso lo sé ahora, en ese momento estaba bien. Nos sentamos. Conversamos. De a poco se fue acercando, y luego se me vino encima y me besó. Recuerdo que me sorprendió, pero tenía noticias de estas prácticas amorosas, así es que no me alarmé. Además me parecía guapísimo, por lo que no opuse resistencia. Ahora bien, lo del beso en sí, no me gustó mucho. Me esperaba otra cosa. Lo de la lengua me pareció demasiado íntimo e invasivo. Me llevé una desilusión. ¿Esto es?, me dije. Pensé que podía ser mejor. Al personaje en cuestión no volví a verlo. Quedamos de reunirnos al día siguiente en la playa del pueblo de al lado, pero no llegué. Creo que la situación me intimidaba. Preferí dejar la experiencia hasta ahí. Igual había sido una experiencia interesante. Seguí de todas maneras recordándolo por un tiempo. Alguna vez lo vi en Santiago en otro bar discothèque, al año siguiente puede ser, pero nunca más volvimos a cruzar palabra. Lo que recuerdo es que se quedaba al lado de la pista de baile y observaba, era una conducta extraña, a decir verdad. En cualquier caso, creo que la inauguración de mi sexualidad fue pacífica, una experiencia agradable, raya para la suma, como se dice, aunque lo de la lengua en principio impacte un poco. Ahora que lo pienso estoy contenta que no nos volvimos a ver, pero no sé bien por qué, intuyo que continuarla no habría sido lo mismo que esa fuerza inicial. Bueno, con esto queda zanjado el vínculo próximo entre enfermedad literaria, amor y arte. 

Maquinaria insólita V

La literatura me ha perjudicado en algo: me meto en cada problema, todo sea por explorar personajes e historias. Es como que fuera armando sola castillos de Kafka. Mientras más intrincado se ve el personaje y la historia: mucho mejor. Debe ser una enfermedad la literatura: buscar el castillo. Cuando el mar se anuncia apacible: por supuesto ahí no. Definitivamente es una enfermedad. Yo no sé cómo no me di cuenta antes. De repente me dije, le voy a escribir a Joseph el alpinista, lo que finalmente no hice, ahí fue cuando caí en cuenta de que es muy grave esta condición literaria. De dónde nacen esas iniciativas. Lisa, por dios, lee Kafka, Barthes, Han, Illouz, Lessing, quédate tranquila y redacta las líneas, pero eso no, no de nuevo, me dije. Todo se reveló en su amplitud. Lo peligroso de la enfermedad literaria. Lisa, son personas, no personajes, tienes que darte cuenta, me dije. Pero la maquinaria insólita se pone en movimiento, y es muy difícil detenerla. Es muy difícil. Retomamos el intercambio con Ariel el dibujante hace unas semanas, y por supuesto inmediatamente un conflicto, son muchos años, y él debe tener una enfermedad parecida, pero por motivaciones disímiles en este caso, no sé cuáles serán las suyas. ¿La planicie lo alarma? Tal vez nos entendemos en eso. Pero si Joseph es planicie, por qué escribirle. Ahí está el nudo ciego, el castillo firme. Kafka lo entendió todo, y yo, al parecer, nada. Partir de cero una y otra vez. Libérame, enfermedad literaria, si se van los demonios, ¿quedan los ángeles?, como temía Rilke. Libérame, enfermedad literaria. El problema es creerse invencible, la maquinaria insólita te salta encima inmediatamente. Libérame, enfermedad literaria. Repetirlo como un mantra. Tal vez deba hacer un ritual de caminar por las calles y sacarme de encima los demonios del otoño. Existir es un eterno retorno diabólico. Escribir es una maldición inenarrable. 

Maquinaria insólita IV

¿No le aburre la historia?, pregunta el alcalde del castillo de Kafka. No, dice K, me divierte. A esto repone el alcalde: no se lo cuento para su entretenimiento. Me divierte sólo porque, dice K, así puedo hacerme una idea de la ridícula confusión que en determinadas circunstancias decide la existencia de un ser humano. Una descripción perfecta de mi existencia. Esta secuencia una y otra vez. Biografía: ¿no te aburre la historia? No, me divierte. Esto no está hecho para tu entretenimiento. Me divierto sólo porque puedo hacerme una idea de la ridícula confusión que decide nuestro destino. Hay algo reconfortante de encontrar la secuencia de tu existencia en un pasaje de un libro. Es como sentirse en casa. Como tener un nuevo gran amigo. Creo que el arte y el amor también están en ese pasaje. Un pasaje estrecho y en penumbras, pero de un éxtasis interminable. Me divierte lo que no está hecho para mi entretenimiento. Ese oscuro fondo que va decidiendo nuestro destino. La falta de historia es más o menos lo mismo. ¿No te aburre la falta de historia? No, me divierte. No está hecho para que te diviertas. Me divierte sólo porque puedo hacerme una idea precisa de la dificultad o del aburrimiento de una historia sin tener que entramparme o hastiarme en ella. Observarla con distancia, digámoslo así. El cerro de expedientes al lado del escritorio, aburre. Si no hay historias te sacas los expedientes de encima. Bueno, si llega una historia que tenga trascendencia y trasgresión ahí es otro cuento. Riesgo, atrevimiento, exceso, locura. Todo está en divertirse en lo que no está hecho para tu entretenimiento. 

16 de septiembre de 2025

Maquinaria insólita III

Qué es el amor, qué es el arte, cada cierto tiempo hay que volver a estas preguntas insidiosas. Nunca puedo realmente dejarlas de lado. Son tal vez maquinarias insólitas que nos van consumiendo. Creo que estas son tal vez mis dos preguntas principales. Luego voy identificando lo que no es amor ni arte. Así voy despejando, para llegar a respuestas que sirvan de algo. ¿Se van modificando las respuestas? He estado riéndome a carcajadas con el castillo de Kafka. Donde sucede todo aquello que es lo más lejano al amor y al arte. Mi ambición, dice K en el castillo, no reside en hacer que se formen y se derrumben estrepitosamente grandes columnas de expedientes referentes a mí, sino en trabajar como simple agrimensor frente a una pequeña mesa de dibujo. Básicamente Kafka comprendió muy bien lo que es el amor y el arte. La ambición simple de querer trabajar en una pequeña mesa de dibujo, pero estar rodeado de expedientes que te lo impiden. Es como que todo se confabulara para alejarte de esa tranquila mesa de dibujo. Además expedientes con la información más extraña. Grandes embarcaciones que quieren eliminar todo atisbo de amor y arte, y una en su pequeño velero con la mesa de dibujo intentando trazar líneas mientras las gigantescas olas formadas por los cruceros logran que todo salga deformado. Desde que retomé la lectura de Kafka hace unos meses he estado comprendiendo bien dos cosas, la descripción perfecta de esa noción de nudo ciego en que vivimos tantas veces, y cómo el humor puede desmontarlo. Leía hoy una carta que escribió Judith Butler en que compara su situación a la de K en el proceso, me sorprendió la coincidencia, y me entristeció, por supuesto. Son tiempos amargos en tantos sentidos. Definitivamente hay que insistir en el amor y el arte. Trazar las líneas en la pequeña mesa de dibujo, aunque todo sea deformación por las grandes olas.  

14 de septiembre de 2025

Maquinaria insólita II

Invento cosas nuevas por mera rebeldía. Rehuyo las imposiciones en todos los sentidos. Me alarman, me aburren. En este aniversario de viaje no estoy en viaje. Estoy en mi casa y observo el atardecer otoñal por la ventana. El río y la ciudad sumiéndose en la noche. En vez de pensar en amantes, como corresponde a una situación de estas características, pienso en libros y en películas. En tramas posibles. No me voy a intimidar por la falta de historias porque es algo que he generado. Lo prefiero a la negociación interminable, al menos de momento. De todas maneras puedo preguntarme qué es el amor y no pasa nada. Ahorro tiempo para más adelante. Cuando la ocasión se presente. Para estar preparada. No me vaya a pillar de imprevisto. Pienso en los personajes de mi libro. Por supuesto nada cercano al amor se me viene a la mente cuando reflexiono sobre ellos. El amor es otra cosa. Qué es. Por primera vez no tengo ni la más remota idea. Bueno, en la espera de algo más sustancial, desarrollar unos personajes puede ser amor por el momento. Inventar cosas nuevas por mera rebeldía. Echar a andar la insólita maquinaria. A esa que le gustan los atardeceres, y la música. Me divierto en grande, esa es la verdad. Publicar libros es como subirse a una montaña rusa, y yo a esas estoy totalmente acostumbrada. De hecho lo estático, estático, me alarma, me aburre. Soy feliz inventando cosas. Me parezco en eso a mi padre, que está muy pronto de cumpleaños. Su cerebro es una maquinaria insólita, lo admiro mucho. Él tampoco lidia bien con las instrucciones, igual que mi madre. Creo que mi condición la heredé. Ese amor absoluto por el movimiento, por las posibilidades. Hacer del atardecer la ocasión de preguntarme qué es el amor, sin mayores respuestas. Tal vez esto: personajes en vilo intentando subir al velero. Tori encontró el amor, estoy contenta por ella. Siempre estoy contenta cuando a las personas les va resultando el viaje posible. Aunque luego las cosas se modifiquen, como suele ocurrir. El amor es tal vez esto, las montañas rusas que nos despiertan a lo que en realidad somos: un condensado de dudas y resquemores. Riesgo, exceso y locura. Sin deseo no hay viaje posible. Como escribe Byung-Chul Han, al amor de hoy le falta toda trascendencia y transgresión. Por mientras escribo. Dijimos que lo importante es hacerlo. 

Maquinaria insólita

Un día como hoy hace doce años partí. Tenía un poco más de treinta años. Mi llamado era la literatura. Estaba atrapada en una maquinaria insólita. Ahora sé que está en todos lados. La diferencia es que ahora me siento más libre. Creo que todo ha sido exactamente igual a la película Queer de Luca Guadagnino, basada en el libro de William S. Burroughs. Una peregrinación a la selva tupida en busca de algo que no se sabe bien qué es ni qué efectos tendrá. Un recorrido donde te faltan cosas y las consecuencias no se dejan esperar. Aquí no es síndrome de privación porque te falta la heroína sino otras cosas. Aspectos que hay que estar gestionando cuando se es inmigrante. Aquí tampoco estaba en busca de yagé para alcanzar la telepatía, sino de entender de qué se trataba ser una escritora. Todo el resto, igual. Anhelar cosas, seducir por terquedad al que huye, escribir, tomar café o cerveza en bares perdidos, ir por lugares donde no has estado nunca, aprender otra lengua, pertenecer a categorías marginalizadas, llegar a una jungla compacta y apelmazada, intentar llegar al sitio donde se supone que hay secretos que imaginas basándote en libros que encontraste por casualidad, conocer personas de la más diversa índole y sorprenderte sin cesar, y hacer un viaje del que crees que en cada ocasión no podrás volver, sin entender nada a continuación, pero con grandes esperanzas de ir encontrándote una y otra vez con lo que ha valido a la pena, como el amor, la amistad. Yo antes le decía a todo el mundo, tienes que partir, es fantástico, ya no, ahora pienso que lo correcto es decir, tienes que partir es fantástico, si tienes espíritu aventurero. Bueno, a veces no queda otra. Si tienes espíritu aventurero, o no te queda otra. Ser inmigrante es esto: estar obligado a tener una proactividad ilimitada. Así no más me quedo tranquila en la casa: nada. Así no más voy a buscar cosas sola: nada. Ni comida, ni trabajo, ni casa, ni documentos, ni amigos, ni personas, ni pareja, ni vida. Ser inmigrante es la experiencia de la interdependencia total. Cuando uno viene de un país neoliberal es una linda experiencia. Paradojalmente tal vez lo que más he disfrutado es ser nadie. Tal vez lo que más he disfrutado es el arte. Ser nadie y sumergirme en el arte. El yagé lo encontré, hundida en la selva espesa. El síndrome de privación lo superé, aclimatándome cada vez a lo que se me venía encima. Al inicio escribí la siguiente biografía: “Nací en 1980 en Santiago de Chile. Así: Andrea Francisca Balart Armendariz. Todavía estaba el bárbaro al mando, asolando medio país. Cuando pude partí. Barcelona, Lyon. Andréa Balart-Perrier: sólo quiero escribir (y leer).” Creo que ahora sería así: “sólo quiero escribir (y leer).” Aquí estoy, el yagé lo llevo conmigo, la mitología y el arte. Literatura o nada. El nobel o nada. Lo importante es hacerlo. 

10 de septiembre de 2025

Grandiosa mitología (Libro)

Grandiosa mitología

https://andreabalart.s3.eu-north-1.amazonaws.com/literatura/19_grandiosa_mitologia_28-08-25.pdf

Grandiosa mitología es una novela. Es la segunda parte de Lisa Lyon Barthes y el arte.

https://andreabalart.s3.eu-north-1.amazonaws.com/literatura/19_lisa_lyon_arte_23-08-25.pdf


Prefacio a Grandiosa mitología

Qué es Grandiosa mitología. Es una novela. Es la segunda parte de Lisa Lyon Barthes y el arte, que trata sobre ventanas y sobre las aventuras de Samson el escritor, libro que escribí en Barcelona. Esta novela la escribí entre Barcelona y Lyon, ya que tuve que volverme a mi casa. Grandiosa mitología es grandiosa como el mes que pasé en Barcelona durante agosto. En Barcelona y en Montgat Nord, un paraíso que conocí por la primera vez. Mirando el río ahora escucho Oceans de Pearl Jam y sé que el camino ha sido largo y acuático. Ahora náutico. De qué trata Grandiosa mitología. Aborda las aventuras de Ézéchiel el actor y otros, pero sobre todo, es un libro sobre la amistad, sobre la intensidad, sobre veleros, el mar, sobre la nostalgia. Ahora sé con exactitud lo que permite la soledad de la literatura: experiencias como esta. El destino completo está cifrado en el mar, esa ciudad y la amistad que honro. El presente y el pasado se encuentran en una ciudad que refulge. Me fui un día de ese lugar, pero ahora sé que puedo volver. Que todo está intacto y tantas olas también han aparecido y retrocedido en esa arena, para volver a aparecer. Tengo un cuerpo acuático que se funde al agua de las experiencias. Voy en un velero para que cada paso sea náutico e intenso, como todo lo que ocurre en esa ciudad. No olvidemos que conocí ahí a mi gran enamorado, cuando había aterrizado hace tres meses en esa ciudad del milagro, de eso hace ya doce años, exactamente doce años, porque partí en septiembre del año 2013 desde Santiago de Chile. Muchas olas han aparecido y retrocedido desde ese momento, para volver a manifestarse. Lo que no me abandona es la literatura y los amigxs. Este libro es la poesía del agradecimiento por este mes de edén constante. La conversación es lo más alto. La conversación mirando el mar no tiene parangón. Está aún más arriba. Lo que yo tengo es veracidad, es amigxs sincerxs que van siempre con la frente en alto, igual que Montserrat y Agustina, que amaron esa ciudad con la pasión de quien sabe que a veces en algunos lugares está cifrada la vida, como una revelación que no se detiene. En estas páginas está lo esencial de ese viaje en barco persistente que intentamos llevar a cabo con mis amigxs para que todo sea entusiasmo y no debacle. Hace falta en estos tiempos ingratos del mundo. Pero sabiendo que está la literatura y la amistad, cada paso puede ser hacia un renacimiento. En ese mes comenzamos la mitad de la vida, la que viene, y dejamos partir la que ya pasó, la despedimos mientras se perdía en el horizonte, porque el pasado hay que mantenerlo a raya, para que el presente se manifieste con toda la intensidad que necesita. El arte requiere espacio. Tiempo y espacio. Mar y veleros. Un gran río con embarcaciones. Mucha agua para flotar río abajo y saber que lo que queda es la vida, y la música. Porque en la música también está cifrada la existencia. En cada compás que nos eleva, como lo hace una embarcación posada en las olas. En cada ráfaga de viento que nos recuerda la música, esa capacidad de los sucesos de convertirse en belleza. El arte al final es belleza. Las ganas de que la existencia se parezca al mar con veleros en el horizonte, algo insuperable. Sé por qué vuelvo a esa ciudad, soy feliz ahí, igual como lo soy en esta ciudad, la que elegí para vivir y nunca he dudado de esta decisión. Ambas ciudades están llenas de literatura, teatro, música, dibujo, exploraciones y voz. Lo que agradezco siempre en mayor medida es esto: las aventuras. Nací para explorar y amar el movimiento. Viví también en esa ciudad la muerte, de mi gran amada iaia, pero sobre todo con ella presencié la vida, y eso es lo que recuerdo con mayor nitidez. Mi iaia fue una aventurera, y yo sigo sus pasos. Los pasos de mis primxs aventureros que adoro, con quienes comparto momentos simplemente esenciales. Barcelona guarda eso en su seno y mucho más. Una familia catalana que admiro y quiero mucho. Una familia que mis padres atesoran como algo que modifica tu noción de los vínculos que valen la pena. Mi amor por todo lo que ocurre en esa ciudad es absoluto. Sé que hay un pasado y un presente posibles en ese lugar de la creatividad que no cesa. La sensación de lo ilimitado es tal vez lo más grande que he recibido de sus calles y playas. Amo Catalunya con mucha pasión y alegría. Amo lo que sucede ahí, no sus fronteras. Me gusta su lengua y su belleza. Estoy en casa, igual que en Lyon, igual que en Santiago de Chile, igual como me sentí en Biarritz, en el País Vasco. Casa es la gente que uno quiere, donde se manifiesta la vida. 
Gracias. 

Andréa Balart-Perrier
Lyon, 10 de septiembre de 2025.

Grandiosa mitología XIV

Barcelona fue un golpe de energía. Un viaje en velero por el Mediterráneo. Días con los pies en la arena y el cuerpo en el agua. Que las historias hayan tenido el sello de la ausencia es secundario. Falta de historias, porque hay que protestar, con el cuerpo, con la vida, con las relaciones, la cotidianeidad, los vínculos. Hacer frente al aire. Al aire liviano y al aire pesado. Consistencia o nada. Por eso voy inventando una mitología de escritores, actores, músicos, dibujantes, exploradores, cantantes, para salir adelante, para no perderme en la música, Samson, Ézéchiel, Judas, Ariel, Adam, Ethan, qué más da, las proezas de cada uno quedarán en la memoria, o no. Qué es lo heroico de vivir. Qué es lo definitivo de vivir. Casi nada. Lo gigante y lo infinitamente pequeño, nos persigue. Fui a la ciudad de la intensidad incesante, fui buscando magia, la encontré. En lo inmenso y en lo especialmente microscópico, en lo intangible y en la brisa cálida. Me pregunto por qué vuelvo y vuelvo a esa ciudad, y la respuesta ya la tengo: fui feliz ahí. Encuentro algo en ese lugar que sacia mis ansias de infinito. Las aventuras con Candela son siempre impresionantes. Son definitivas, y me ayudan a llevar el timón después. Olvido todo en esa ciudad, las cosas se vuelven livianas como espuma en la orilla del mar. Lo que siento ahora es que realmente comenzó la segunda mitad de la vida. Debe haber sido porque este mes fue una fiesta constante. Lo que iba sucediéndose en mi alma, estaba cerca del paraíso, tal como ese lugar para tomar café mirando las olas, para beber una cerveza y en la conversación saber que este comienzo es exactamente igual que una grandiosa mitología. Algo que uno imagina porque ya conoció a la vida. Porque pudo verla de cerca. No pensé que llegaríamos hasta acá, esa es la verdad. Con Candela siempre todo ha sido importante. Con la gente de Candela, con quienes me siento siempre en una comunión esencial. Sé por qué vuelvo a esa ciudad, porque demasiados secretos me fueron revelados en ella. Conocí el amor, la muerte, la amistad, la huida. Los acontecimientos son fuertes y nos determinan. Lo definitivo es que tal vez, sin saberlo, yo también nací en el Mediterráneo, como le gustaba cantar a mi iaia. No sé si voy a morirme ahí, como le sucedió a ella, pero sé lo siguiente: estoy en la mitad de la vida, y todo, absolutamente todo lo que no tomó forma, quedó atrás. Ese mes de mar y veleros supo llevarlo a cabo. Tal vez todo sea entregarse al momento, como si no fuera la mitad de la vida que nace, sino un solo día donde todo lo importante debe quedar dicho: eso me ocurre ahí. La perfección está hecha del brillo del sol en el mar y la noción de que queda, tal vez, la mitad de la vida: en el Mediterráneo, junto a la grandiosa mitología, comenzó la ficción que siempre supe que estaba en mí, y tenía la forma de un velero. El filo de la intensidad constante corta en dos el fuego que aprendí en esos días. Lo definitivo es saber que nos habita un velero perdido, pero que la amistad es siempre, siempre, el mar apacible. La ocasión de ese comienzo inevitable.

9 de septiembre de 2025

Grandiosa mitología X

Sigamos avanzando, en definitiva Samson el escritor tampoco fue una historia, porque la inventé. Porque hoy en día las historias, es raro, dado que la mayoría tiene que demolerse. Al parecer así se conducen los asuntos humanos ahora, sin historia, por esta razón y por la aceleración de los tiempos, que deja las cosas en un suspenso vacío. Como una casa vacía, o una pista de aterrizaje vacía. En resumen la historia de Samson el escritor la inventé, la de Ézéchiel el actor es una ausencia de historia, y la de Judas el músico un asqueroso desastre sin relato. Así están las cosas. Son tiempos duros para conducirse de manera feminista. Son tiempos duros para conducirse de manera sustancial. Parece que los vínculos fueran construidos con aire. No todos por supuesto. La grandiosa mitología tiene cosas reales. No es la ficción absoluta. Pero cuáles vínculos queremos construir. Porque por ejemplo Ariel el dibujante es un vínculo muy dudoso también. Lo que construyo son los vínculos con mis amigxs. Prefiero quedarme en ese plano. Más que historias, aventuras. Aventuras con sustancia. Aventuras con trama. No el vacío absoluto. No las historias desprovistas de contenido. Imagen absoluta y nada a qué atenerse. La existencia actual tiene mucho de aire, y hay que ponerle freno, dosificar el aire. Como yo estoy la verdad reacia a las historias en este momento, tal vez por ese motivo estos personajes de mi grandiosa mitología son vacíos. Es mi culpa entonces, en parte. Por eso la ausencia de historia se acomoda tan perfectamente a mi temperamento. La música me calma. Ahora Grey Lagoons de Roxy Music. Todo fluye como velero por el agua. Blue suns and grey lagoons, canta Bryan Ferry con un piano y un saxo, silver starfish with honeymoons, all these and more to choose, if you. Satin teardrops on velvet lights, canta Ferry, morning sickness on friday nights, heaven knows what others I might bring, to you. Broken partings making strange goodbyes, canta Roxy Music, hopeless cases with fake alibis, even hoping we’ll be there to share, with you. Atenerme a la música es lo que siempre me ha salvado, como un mástil en tormenta. Porque las historias, difícil. Escribirlas y vivirlas. Ahí en el velero en pleno temporal. Tal vez es lo que permite la grandiosa mitología. 

8 de septiembre de 2025

Grandiosa mitología IX

Lo que se usa justamente ahora es la ausencia de historia. Las historias pasaron de moda. Parecía una imposición, una adicción, un sinsentido. Compartir historias: ya no. Estar en una historia: ya no. Cómo pudo ocurrir esto. También me lo pregunto. Tal vez porque había demasiadas que eran nefastas. Gran parte. ¿La mayoría? No quiero arriesgarme a dar números, los cuales no tengo. Pero sé a ciencia cierta que eran bastantes. A mí misma me sucedió una grotesca en esa intensa ciudad. Lo que lleva a anhelar la ausencia de historias, o claramente unas que no sean grotescas. La historia de Judas el músico fue una de esas. No, aclaremos, no fue una historia. Fue una ausencia de historia, pero aburrida y ridícula, no como la otra que tuvo su gracia. Esta fue una de esas que te preguntas, qué fue eso. Qué le pasa a él. ¿Tendrá esquizofrenia? ¿Alucinaciones? ¿Una disociación imposible de subsanar? ¿Delirios de grandeza combinada con una carencia absoluta de estima de sí? ¿Mentira compulsiva a él mismo y a los demás? ¿Imposibilidad total de ejecutar lo que se propone? Queda la interrogante, la cual olvidé por supuesto. Me tiene sin cuidado. Judas el músico era uno de esos que no puede asumir sus actos y da vuelta la situación a su conveniencia, atacando a los demás, e identificándose él mismo como la víctima universal. Es mejor que no te salga al paso uno como él. La experiencia puede ser negativa. Es aquí cuando dices: la ausencia de historia es lo mejor que me ha pasado. Entonces procedes a comunicarle que no habrá historia. Que lo que más anhelas es la ausencia de historia, para siempre, con él al menos, tal vez con otro: pero más adelante. Porque la ausencia de historia es lo más adecuado para estos tiempos en que muchas personas no debiesen deconstruirse, sino demolerse, como escribe Flavita Banana en uno de sus fantásticos dibujos. Prefiero leer las historias de ella que aventurarme a esos encuentros de casa del terror. Cuando los personajes tienen que demolerse: la huida es una acción adecuada. Olvidar de cuajo la historia y agradecer su ausencia. Enmendar rumbo inmediatamente con el velero. Impedir contacto con la base. Si no hay relato entonces, ¿por qué escribirlo? En este caso para que nunca jamás llegue a serlo. Que comience la demolición. Voy en la décima ola, el viento, favorable, la escotilla, cerrada. Tal vez vuelva a tropezar, pero no será con él. Tal vez con Ariel el dibujante, que siempre me lleva a la ausencia de historia, pero al menos es entretenido. 

Adam y la medianoche

Es pasada la medianoche, perdóname Adam por escribirte a esta hora para tu cumpleaños. No quiero más la nostalgia, sé que me entiendes. No creas que se me olvidó, imposible. He pensado en esto toda la semana. Volví desde el mar y me acordé. Tus cuarenta y cuatro años. Adam, quiero escribirle a personas que estén vivas, me entiendes, estoy segura. Porque todo se vuelve tan real y duele. Me escribió Élie hoy, justo hoy, y me dice, hoy es siete de septiembre, y hay un eclipse. Se acordó de tu cumpleaños, como siempre. El eclipse me lo perdí, pensé que era más tarde. La luna llena la vi. Me persigue siempre el pasado, Adam, ¿o es porque también es el presente? ¿Porque no hay tiempo y todo está aquí? Élie me habló de unas canciones y de invitaciones a bailar. De acuerdo, le dije. Hay un lugar en el que aterrizo cuando estoy con él, es un lugar sin tiempo, y siempre estás tú también. Eres omnipresente ahora. Antes no hablábamos de ti, o muy poco. Ahora creo que es posible. Pero no sé qué vamos a decir. ¿Que te extrañamos? ¿Que sellaste nuestras vidas con fuego? Estuve en el mar, no te estoy hablando de esto, es porque hoy fue un día raro, hacía calor, pero el otoño ya se percibe. Escucho Sia, la he bailado muchas veces con Élie. Me gustó recibir su mensaje hoy. Escuchar su voz. Adam, qué harías hoy para tu cumpleaños. Algo excéntrico, como eras tú. Élie me dijo la última vez, Lisa, estoy un poco cansado de tus excentricidades. Me causó gracia. Siempre mis almas gemelas, y siguen ahí, uno en la vida, y el otro en la muerte. El pasado vuelve siempre en forma de incógnitas que no tienen respuesta. Lo abordo de otra manera ahora. Lo dejo que entre directo a la emoción. Un plano distinto, sin espacio ni tiempo. Algo como la música, como si todo hubiese ocurrido ayer, la semana anterior, como si todo fuese un condensado de esencia que me lleva a esa intimidad que tuve con estas dos personas que amé tanto. Me siento en todo caso distinta, Adam. Vuelvo a todo eso de otra manera. Desde el inicio de la segunda mitad de la vida. Ya comenzó. Luego de estas semanas de veleros y mar, es otra cosa. Todo está tan lejos. Sólo me queda lo importante. Que hayamos aprendido al menos eso. Por eso conservo mi amistad con Élie, porque es importante. Igual como era la tuya, importante. Pero vas a tener que darme algo, porque el sólo recuerdo no es suficiente. Adam, el filo de la medianoche corta en dos el fuego de tu abrazo inexistente. 

6 de septiembre de 2025

Grandiosa mitología VIII

No hay historia, esa es la verdad. No veo la necesidad de inventarla. Voy a decir tal cual sucedieron los hechos, para que luego no se me acuse de generadora de historias inexistentes. Lo que sería un halago, en cualquier caso. Pero la verdad es importante. Aquí el arte es: no hay historia. Comencemos desde el principio de esta ausencia de historia. La falta de relato es mi responsabilidad, pero no exclusivamente. A veces todo se confabula para que haya una ausencia de historia, y no una historia. Pero aclaremos que una ausencia de historia puede también ser una historia, es el caso de esta. La responsable real de la ausencia de este relato es paradojalmente la literatura, y el teatro. Por qué. Conocí a Ézéchiel el actor en una fiesta de barrio. Más exactamente en un restaurante de comida libanesa que hay en el barrio. No es mi barrio. Lo era en ese momento. Esa noche, era mi barrio. O esa tarde, que luego fue noche. El restaurante repleto de gente, esperamos un largo momento para poder comer esa comida fantástica. Tenía yo un plato gigantesco al frente lleno de pastas de legumbres y verduras, una larga mesa de personas con cervezas y sangrías, y llegó. Ahí lo conocí, con ese plato gigante de esa comida fantástica al frente, el que todos deberían tener pero el mundo es un cruel desastre. Él no estaba al frente. Él estaba más allá. Habría sido mejor si él hubiese estado al frente, pero no. Aquí parte la ausencia de historia. Él sentado dos puestos más allá, y yo con el plato inmenso al frente, y con una cerveza. Conversaciones cruzadas entre un sinfín de personas que estaban sentadas a la mesa y una gran batahola. En realidad eran varias mesas, unidas para la ocasión, parecía una gran fiesta. Supongo que lo era. Era imposible conversar con alguien dos puestos más allá así es que justamente aquí es cuando comienza el relato inexistente. Entonces más bien diremos que era yo, el plato, y mi deseo de conversar con alguien que estaba dos puestos más allá. No es tan buena la historia, pero hay más. Por suerte. Luego partimos todos a unos conciertos que había a un par de cuadras, en la calle. Aquí viene la segunda razón de por qué no hay relato. Ézéchiel el actor tenía que irse a preparar asuntos de una obra, y tuvo que partir. La fiesta siguió, por supuesto, y los conciertos me sorprendieron gratamente. Bailamos incluso. Luego otro día, y aquí viene la tercera razón de por qué no hay relato, había un concierto en el barrio, otro concierto, en un local esta vez, pero ni él ni yo nos presentamos en el lugar indicado. Yo estaba redactando la grandiosa mitología, y él estaba adaptando el vizconde demediado de Calvino al teatro. Así sucede con el arte, a veces te lleva a la ausencia de historias. Tengo experiencia en esto. Por mientras él recibía preguntas anónimas y las respondía, lo que me causó mucha gracia. Envié una, por supuesto. Algo relativo a la literatura y al teatro, que es lo que me interesa, mientras veía pasar interrogantes personales del tipo, ¿buscas pareja?, y preguntas de ese estilo, que me hicieron reír. Luego vino la cuarta razón por la que no hubo relato, yo tenía que tomar un tren de vuelta a Lyon, donde vivo. Las vacaciones, terminadas. Las novelas, no, nunca. Los veleros, terminados provisoriamente. Los verdaderos veleros. Recordemos que yo voy siempre en un velero. Un velero blanco al ritmo de las olas. Un velero vacío y con libros. En resumen, para que no se me señale como responsable absoluta de la falta de historia, tenemos tres cosas, la ubicación geográfica en la mesa, unida a la repentina desaparición inexorable, luego la inexistencia de los personajes en el concierto señalado dado a quehaceres creativos impostergables, Lisa la escritora una novela, y Ézéchiel el actor una obra de teatro, y luego el abandono por la partida en tren de Lisa la escritora a la ciudad de la literatura. Señalé que la ausencia de relato podía ser un relato. La pregunta es, ¿por qué escribirlo? Pero esa es una pregunta que siempre se presenta. La respuesta es la siguiente: porque puede llegar a ser un relato. Los veleros siempre zarpan, cuando es el momento. 

Grandiosa mitología VII

El fin de los veleros no me intimida, vivo en la ciudad de la literatura. Y hay sol. Hoy, al menos. Cuando llegué había una gran tormenta, llovía a cántaros. Desde la puerta de la estación de trenes me quedé observando el agua caer. Veía veleros imaginarios navegando en esa lluvia cayendo en la oscuridad de la noche. Era tarde, había cruzado una parte del continente en tren. Esas inmensas explanadas con humedales, flamencos y cigüeñas. Un espectáculo sobrecogedor. Aves volando a ras del agua con juncos y helechos. Los trenes me fascinan casi tanto como los veleros. Tomé el tren en el desorden absoluto de Sants Estació. Barrio donde he vivido tantas aventuras con mis amigxs. Donde construyen castillos de personas. Tengo un vaso que guardé de una fiesta de barrio, dice, fem barri, fem festa, fem castells. Un vaso azul con una línea negra que va dibujando la silueta de los edificios icónicos del barrio. Se indica: Castellers. Son los que arman los castillos. Me gusta la lengua catalana, me devuelve a algo familiar, supongo, y la idea del castillo me hace soñar. Los castillos y los seres humanos suelen ser opuestos: aquí no. Aquí son castillos de seres humanos. Es como que todo fuera posible. Se acabó la comedia, escribe Kafka en el castillo. Como si se tratara de una maquinaria insólita que al fin se va a poder desmontar, escribe Barthes en mitologías. Un aparato complejo que transforma la sustancia cerebral en fuerza, escribe. La fórmula mágica del mundo, escribe Barthes. Tenemos entonces veleros, castillos, una grandiosa mitología, una maquinaria insólita, un aparato complejo, y la fórmula mágica, podemos perfectamente comenzar la historia. Atención, castillos de seres humanos, no cualquier castillo. Veleros blancos, y vasos azules, vacíos, como canta Celia Cruz con los Fabulosos Cadillacs. Aquí la comedia no se acabó para nada. Mientras más vacío todo mejor, porque el humor negro es lo más alto. Yo quiero ser libre siempre, escribe Kafka en el castillo. Sin embargo, todo parecía sólo una comedia, escribe. Pero es importante que comience la historia. 

5 de septiembre de 2025

Grandiosa mitología VI

Yo soñé: ese fue el error. Haber creado esa mitología absurda. Haber retratado a personas inexistentes. Aprendí a soñar. Tal vez el error fue este: haber pensado que podía crear esa mitología absurda. Por qué tal osadía. A soñar aprendí. Ahora tengo a Samson el escritor y a Ézéchiel el actor y ahí están, esperando por las aventuras. Esperando, esperando. Y yo de vuelta en mi casa. De aventuras, nada. Yo de vuelta en el río y los libros. El mar, nada. Soñar el mar, nada. Veleros, para nada. Nada, nada, nada, libros. Las aventuras, ¿inventarlas?, ¿buscarlas? Atardecer en Lyon y el reflejo del sol en el agua entre las hojas de los árboles. Se advierte ya el inicio de las hojas secas en el suelo. Lo que se llama: otoño. Yo estaba bien en los veleros. Me habría quedado navegando las corrientes. Atravesé hoy la ciudad a pie para ir a buscar unos discos de Roxy Music. Siempre hay que seguir soñando. Aunque sea el otoño y no haya más veleros. Samson el escritor y Ézéchiel el actor pueden perfectamente seguir las aventuras en la hoja de papel. Soñar tiene esa gracia. Con haber andado en un velero basta. Ya el resto te lo vas imaginando. Pones la música, y ya en el velero. El atardecer es especialmente adecuado. Temprano en la mañana. Cuando comienza la noche. Cada momento es propicio. Cada momento, sus particularidades. Day and night, drifting into love, canta Bryan Ferry. No es mi caso. Yo sólo tengo personajes. Cometí el error de crear esa grandiosa mitología. Todo fue a causa de los veleros. De ese viento en la cara y la ciudad desde lejos. Creí que soñar era posible. Esa ciudad es traicionera. Me lleva a sorpresas y a música a la que luego tengo que inventarle la letra. No me quejo, las sorpresas son las que ponen en movimiento la pluma. Inventar es lo mío. Porque de sueño en sueño, el grandioso velero llega a puerto. 

4 de septiembre de 2025

Grandiosa mitología V

He estado reflexionando acerca de las decisiones que tomamos. Por qué las tomamos. En qué nos basamos para elegirlas. Estaba en esa ciudad del sonido hace unos días, y ahora el silencio. Escucho ahora mis reflexiones como si estuvieran sentadas al lado mío, me hablaran, me miraran a la cara, esperando respuestas que tal vez nunca van a llegar. Las miro de reojo, luego directamente. Creo que las desafío. No tengo dudas, les digo. Siguen ahí. Como si fuesen vidas pasadas intentado manifestarse. Quizá en todos nuestros movimientos hay una porción de delirio. Un fragmento de nosotros que pierde el timón. Sino nuestra mitología no tiene ninguna gracia. No hay racionalidad posible en la pasión. No hay racionalidad posible en el arte. Sin dudas no hay paraíso. Sin fragmentos que vamos dejando en las cosas. Fragmentos que van quedando en nosotros como sedimentos que vuelven en forma de interrogantes. En la mitad de la vida las preguntas asaltan con mayor intensidad. De qué se ha tratado todo esto. En qué momento sucedió cada acontecimiento que me fraccionó, cada acontecimiento que me completó. Un trabajo constante de despejar lo esencial de lo accesorio. Mientras todo es silencio, porque así es mejor. Porque la soledad la conozco bien. Generalmente no le tengo miedo. Tiene que ver con eso de las decisiones. Lo que ahora me mira a la cara, sobre todo luego del sonido de la ciudad de la intensidad constante. Esta vez no fue una excepción. Siempre se guarda sucesos para lanzarlos y tengo que alcanzarlos en el aire, para que no caigan al suelo y se estrellen. Siempre en el imprevisto y al descubierto. Va cansando este eterno viaje en un barco a vela junto a las corrientes. Pero lo prefiero a la muerte. La intensidad es lo que me determina.

2 de septiembre de 2025

Grandiosa mitología IV

Mi mitología es náutica, no tengo dudas. Recordemos que el segundo apellido de mi bisabuela bruja de la primavera era Vela. Yo este fin de semana por primera vez me subí a un barco de vela. En el Mediterráneo fuimos capeando las olas con el equipo de marineros y capitanes. Tal vez todos éramos marineros y capitanes. Guiar la embarcación por el mar no es fácil. Disfruté la aventura como una revelación de la esencia de algo. Íbamos observando la ciudad desde mar adentro. Una perspectiva nueva. El movimiento acompasado y el viento en la cara. Un sol intenso y el brillo de los rayos en el agua. Temprano en la mañana partimos porque queríamos estar junto a los pájaros. Junto a los peces que iban deslizándose por esa agua cristalina. Medusas inofensivas que flotaban cerca de la superficie. Siempre me ha intrigado el mar. Soy más bien un marinero de tierra, pero marinero al fin y al cabo. Voy siempre en una vela, por el mar, por el río. Crecí nadando en las grandes olas frías con las corrientes que vienen de la Antártica. El agua siempre ha ejercido una fascinación absoluta para mí. En la Isla Negra el hechizo es total. El Mediterráneo es como que estuviera ya en mi cuerpo. Historias que me componen, aunque no las conozca todas. Mi literatura es acuática, tiene el vaivén de las olas, la deriva de las embarcaciones que quieren descubrir el mundo por caminos no organizados de antemano. Así son mis amigxs, rebeldes, entusiastas, alegres, apasionados, creativos, aventureros. Tal vez por eso la estadía juntxs en las olas de la cotidianeidad tiene un brillo particular, refulge. Dejé mi estadía en la tierra para subirme a ese barco. Lo que me hace soñar son esos viajes que me indican que lo que viene por delante tiene un sentido, unido con todo ese pasado, desconocido, conocido, y por conocer. El mar es siempre infinito. Los ríos que llegan hasta él. La mitad de la vida es en el agua, en el sol, con los amigxs con quienes vamos descubriendo, con todxs quienes sumergieron sus cuerpos en las olas para salir de ellas comenzando algo grande, algo indeleble. 

Grandiosa mitología III

Dejé la ciudad, tenía que volver a la mía propia. Me dolió. Pero el viaje es lo mío, debo estar acostumbrada. Vuelvo con preguntas, como siempre, con historias y viajes en barco. En veleros blancos como la claridad del paraíso. Siempre las interrogantes y el agradecimiento de la amistad verdadera. Vuelvo con muchos libros y relatos a cuestas. Sabía que quería a ese lugar, pero no recordaba que fuera tanto. Debe sin ninguna duda formar parte de mi grandiosa mitología. La que invento para que todo tenga sentido. No es una tarea fácil. Pero voy despejando el trigo de la paja y ya se va viendo el núcleo. Toda experiencia tiene un núcleo. Un punto donde hay sugerencias reales. Un vórtice para salir disparado hacia la vida. Dejar atrás las tormentas. Me bañé en el mar y había algo especial. La noción de que el sentimiento del agua en la piel es enfrentar la experiencia queriendo que nos modifique. Existir así no más está desprovisto de interés. Yo busco vínculos que me transformen. Es lo que voy encontrando. Personas en quienes pueda entender el amor genuino y la generosidad. Personas a quienes admiro y sigo como a la música. Afuera de nosotros mismos está la vida. En el encuentro con quienes no tienen miedo a vivir. Yo sigo a personas que son transparentes como el viento y firmes como la roca. En ellxs encuentro refugio y poesía. Encuentro toda la música del mundo. Todo el arte que está a disposición de quienes confían en lo que puede manifestarse. Pequeñas señales que luego son grandes como el entusiasmo de esa ciudad viva. Esa ciudad que perteneció a Montserrat y ahora a nosotrxs, que la vamos recordando y disfrutando en su nombre. Esa ciudad que perteneció a Agustina, y ahora a nosotrxs, que la vamos amando como ella amaba lo que está disponible en la existencia para la alegría. Yo tengo una familia catalana que está formada de hermanxs y amigxs. Primos que son como hermanos y amigos que son compañeros de ruta como un gran círculo de magia. Exorcizamos lo que llegue porque comprendemos la importancia de los lazos y del humor necesario para el camino. Cada día fue la magia. Cada día lo infinito. Partí de vacaciones y la huella en mi alma indeleble. Que dure para todo lo que llegue, lo que tenga que llegar. Que ilumine todos los libros que se guardan en mi cerebro para seguir agradeciendo la oportunidad de habitar este planeta hermoso, casi todas las veces, aunque no todas. Pero la amistad en el corazón va derribando las fronteras. Esa tierra, la de mis antepasados, la llevo dentro, y nunca deja de sorprenderme. Siempre hay un inicio para la vida.